Coaching International Center es la Comunidad para un nuevo estilo de vida, destinado a personas e instituciones de alto rendimiento: La Vida Máxima, basada en el desarrollo de la atención, el equilibrio y el ritmo, para emprender la mejor acción y ser la mejor versión de uno mismo.
Para lograr la Vida Máxima, y así hacer en cada momento lo mejor que podemos hacer, acudimos al entrenamiento que denominamos Coaching Multiplicador o DCH Code, basado en la obra de Salvador Gálvez “Los Panes y Los Peces. La Llave de un Mundo de Infinitas Posibilidades”. Este Coaching Multiplicador trabaja 7 áreas esenciales del ser humano: Plenitud, Lateralidad, Atracción, Confianza, Equilibrio, Beneficios y Orden.
Daban las 16h30 de uno de nuestros miércoles cuando mis compañeras de voluntariado y yo nos sentábamos en la mesa del despachito de Hospital General. Previamente habíamos cambiado impresiones, como siempre hacemos, ante un aromático café en el bar de la placita. Solemos repasar la semana de cada una, y nos congratulamos por las cosas buenas que nos han pasado y nos confortamos en las no tan buenas.
Todo tiene un objetivo: entrar a realizar nuestra labor con el espíritu más nítido posible y con las pilas cargadas de afecto para repartir todo lo mejor de nuestro karma a las personas que vamos a visitar, que tan difíciles momentos estarán pasando.
Repasamos la información que nuestras compañeras de la mañana y de otros días anteriores han dejado para nosotras. Como siempre, los nombres han cambiado al menos en un 50%. Aquellos que figuraban la semana pasada ya no están, son personas que han fallecido en su mayoría. Itinerarios vitales que han terminado pero que siguen presentes en forma de dolor para los que se quedan y que le amaban.
Comentamos los que aún siguen y también los recién llegados. Con la idea general de nuestra intervención con los enfermos y sus familiares vamos a la sala de enfermeras, ellas nos darán las últimas novedades que pueden alterar la lista que ya teníamos, a pesar de que es de la misma jornada. Pero tantas cosas pasan en la Vida y en la Muerte en los últimos minutos, ¡hay tantas cosas “de última hora”…!!!!!!
Procuramos respetar nuestro ritual, ya sabeis….las personas somos muy de rituales. Y comenzamos. Hoy tres casos van a marcar la intensidad emocional.
En la primera habitación hay una anciana de 103 años. Su sonrisa al vernos ilumina la habitación y antes casi de que nos presentemos ya nos pregunta cómo nos llamamos, nos coge la mano, está contenta. Repite nuestros nombres, aunque rápidamente se le olvidan y tenemos que presentarnos tres veces:
- ¿Tú quién eres?
- Soy Lola.
- Y tu compañera?
- Ella se llama Gloria.
- Ah!!! Lolaaaa. Y esa señora?
- Es Gloria, la de antes.
- Ah! Y tú quién eres?
- Yo soy Lola.
Su sonrisa es un resplandor ahora, sigue hablando. No sabe por qué está aquí “me han traído y no sé por qué me mueven de mi casa”. Así nos vamos enterando. Hasta ayer mismo vivía sola, cerca de la Pza España, sólo una mujer de la limpieza venía dos o tres horitas por la mañana. Sola, independiente, aunque tiene hijos no quería vivir con ellos a pesar de la insistencia, genio y figura….. Ahora pierde un poco la cabeza, su cara es bonita, su pelo blanco de seda, sonríe, aprieta su mano calentita con la nuestra. Al cabo de un rato nos despedimos:
- Nos vamos.
- Ah!!!! Buen viaje!!!!
Salimos sonriendo, ninguna pena en esa parte de Paliativos, ningún sinsabor, ninguna palmadita en ningún hombro de consuelo. Sólo luz blanca irradiada por aquella ancianita que no sabemos si la semana que viene volveremos a ver, pero que ya ha dejado un recuerdo dulce que la va a hacer inmortal.
En mitad de la planta nos dividimos. Algún enfermo se siente mejor si no entramos dos personas, nuestra piel ya nos avisa de estas cosas, será instinto, será intuición, lo sabemos y ya está.
Me han avisado. A este paciente hace poco le han dado la mala noticia de que su mal es imparable y su final predecible. Que seguramente le encontraría triste, así lleva todo el día. Y entro. Es un hombre que conserva un gran atractivo, alrededor de sesenta años, joven, guapo, alto, debió ser muy “curro”.
Me presento, él también, educado, fino, triste…muy triste. Y me espeta:
- Sé lo que haceis y es una gran labor. No obstante, seguro que otros enfermos te lo agradecerán más que yo, que por mucho que hablemos no cambiarás lo que tengo. Vuestras palabras son bonitas, sé que intentais que me sienta mejor. Pero esto que tengo dentro no lo vais a solucionar, es inútil por mucho que hablemos. No me vais a curar.
- Ya, hoy es un mal día, eh?
- Sí… me han dicho que me quedan seis meses de vida, más o menos.
- Ha hablado con el médico, pues…..
- Sí, y yo aviso…como me dejen salir aunque sólo sea un día…me suicidaré, no voy a pasar por esto.
- ¿Qué cosas le han pasado por la cabeza hoy para que piense en eso tan firmemente?
- Mira, déjate….!!!! Si tú tuvieras lo que yo tengo y te hubieran dicho que no durarás más de seis meses ¿NO TE SUICIDARÍAS TAMBIÉN?
- ¿Quién? ¿YO? Ni loca!!! O sea, me dan un plazo y no lo voy a agotar a tope???!!! NI MUCHO MENOS!!!!
- (Silencio de unos segundos), Vaya!!! Visto así……la verdad es que también es cierto eso. NO LO HABÍA PENSADO.
Cuando salimos del hospital, él estaba paseando y nos dijo que iba a salir a la terraza que hacía solecito (pequeñas cosas cuyo placer a veces perdemos y que podemos recuperar en cualquier momento, estemos como estemos).
Es lo que tiene la muerte, que mientras…..vivimos.
La inminencia de un fatal desenlace a veces hace encajar el puzle de la vida de una vez por todas, colocando aquellas piezas perdidas en el hueco que toca, para que la Vida vivida (el puzle) tenga un sentido, aunque sea al final.
Quizás es lo que pasó con el último de los casos que os voy a contar. El señor estaba en sus últimos días, dormido. Sus hijos en la salita adyacente a la habitación del final del pasillo, llorando desconsoladamente, con un llanto silencioso, con angustia lacerante, con pena inmensa.
Nos miran con ojos de niños desvalidos que están pidiendo “ayuda, por favor, ayuda!!!”. Nos acercamos y la conversación se inicia en el contexto mal interpretado por nosotras de que la pérdida inminente es la de un padre muy querido al que sus hijos le van a echar muchísimo de menos por el gran timón que había significado en sus vidas.
Nada más lejos de la realidad. Entre sollozos nos cuentan que su padre había sido un crápula toda su vida, , que había dado muy mala vida a su familia, que había abandonado a su madre cuando los tres hijos eran muy pequeños, para llevar una vida desastrosa con mil planes turbios en los que jamás entraba el de ver ni siquiera a sus hijos, mucho menos atender alguna necesidad.
Si alguna vez le necesitaron, nunca le encontraron, él les negó ayuda y atención.
Ahora ellos perdonaban, habían acudido abrazados entre ellos para darse fuerzas mutuamente y le otorgaban las lágrimas que él necesitaba para irse tranquilo. Antes de dormirse se lo habían hecho saber, que le querían, que hubieran deseado tenerle más pero que le querían, que le perdonaban. Y le besaban. Y él, antes de dormirse, había llorado también, y les había pedido perdón. Les había abrazado.
La pieza del puzle por fin apareció, aunque sólo fuera para vivir un duelo sano.
Y ese día….las tres voluntarias nos fuimos más llenas de ternura que nunca, sonriendo.
Sin saber si los milagros existen o no, habíamos asistido a lo más parecido a uno. Qué gran lección de Vida!!!! Y de Muerte.
¡¡¡Cuánto se aprende caminando!!!!
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